Hoy como no tengo mucho tiempo para escribir entradas, me permito el lujo de copy-pastear (como me gustan los palabros) la crÃtica al biopic sobre Ian Curtis, dirigido por Anton Corbijn y titulado «Control», que Javier Angulo Ikazuriaga (Krapolis por estos lares) nos ha regalado en Otrocine.
Se dice que «La espera ha valido en la pena», aunque parece ser que en este caso no tanto.
Vaya por delante que, para mÃ, Joy Division es un grupo sobrevalorado, mitificado como el Che por la muerte prematura del leader, pero que de seguir, hoy serÃan de la escuela de U2, Depeche Mode y tantos grupos sobrevalorados de la escena. Pero tenÃan a su propio Jim Morrison, esta vez un jovencito Ian Curtis, insoportable niñato arty, pre-emo, incapaz de quererse ni querer a nadie. Ególatra disfrazado de sensible autor, sus dÃas eran un devenir de los propios dÃas. Unos pijos chicos de barrio pobre, lo peor de lo peor, vamos.
Entiendo que ver una extraña pelÃcula de Herzog te puede empujar a colgarte del tenderete de la ropa, pero no cuando tu chica es Samantha Morton, perdón, ya estoy en el film, no en la vida real. Tus dÃas son en blanco y negro, pero fotografiados por Anton Corbijn, el holándes nada errante que firma su ópera prima dedicada exclusivamente a ti, te quejarás, y tú sigues con esa cara de corderito ante Jodie Foster. No, personajes no. Haz música y ten el valor de vivir de ello.
El film es un ejercicio de fotografÃa móvil, pero poquito más, como la propia historia del grupo y de Curtis. Una épica inexistente, inflada y dramatizada para llegar a las 2 horas de humo que nos vende el enésimo director de videoclips metido a cineasta. Aquà más de uno ha perdido el control…
A pesar de esto, a mi aún me quedan ganas de pasar por el cine a verla.
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