Albert Pla y Pascal Comelade: Somiatruites

El patio de butacas estaba lleno, con ganas de ver lo nuevo del Pla, ese tio tan raro que hace cosas muy originales. La media de edad se acercaba a los cuarenta, cuando no la sobrepasaba. Algo mayores para ver una obra de títeres ¿no? Pero claro, se trata de Albert Pla, y yo jamás llevaría a un niño a ver nada del cantautor catalán, por si acaso. Todavía me acuerdo de aquel Anem al llit, un disco de nanas con momentos muy poco infantiles. Además una persona que ha hecho discos como «Supone Fonollosa«, «No solo de rumba vive el hombre» o «Canciones de amor y droga» debe ser consumido con responsabilidad.

Somiatruites, el último espectáculo de Albert Pla

La primera media hora del espectáculo me recordó gozosamente a aquel programa-oasis de mi niñez llamado «Planeta imaginario«, cuando la programación infantil estaba hecha por gente «peligrosa» como Lolo Rico, Vol Ras, Pepe Rubianes y tantos y tantos. Una programación que trataba a los niños como lo que son; personas a las que hay que potenciar la imaginación. Y el juego de sombras con que empezó Somiatruites, una suerte de cabaret creado por Pla y Pascal Comelade, la música del francés con pianos de juguete, y los títeres recordaba a un imaginario que casi está en el olvido. La voz quejicosa, frágil, pueril de Pla encajaba a la perfección con la música infantil, juguetona de Comelade y, todos a su alrededor fantaseaban.

Pero el cantautor catalán es una de las personalidades más desconcertantes de la escena cultural nacional y cuando está encalando su construcción de fantasía y canciones, mete paladas de arena y de pronto todo se convierte en algo anodino, absurdo (en el mal sentido), burdo, incluso vulgar, y hay chistes de huevos llenos de leche, follar y demás (la canción en la que cuenta como mata a un tipo en un callejón y viola a una chica excitada por la muerte del otro me resultó desagradable y fuera de lugar). Se coloca un casco con luces y baja al patio de butacas a lo que resultó para mí una especie de rumba bochornosa, para acabar bailando en plan coreografía con música disco. Un sinsentido que resultaba lamentable y se cargaba toda la magia.

Y cuando la vergüenza ajena se ha apoderado de tí, de pronto, casi en penumbras te medio susurra una canción y te vuelve a poner la piel de gallina para, de nuevo, tirar todo por tierra con canciones facilonas, mal traducidas (las originales son en catalán), y excesivamente mal interpretadas por un demasiado histriónico Pla.

¿Qué nos quiere  contar realmente? ¿Por qué tanto anticlimax, tanta irregularidad? Albert Pla no es tonto y sabe muy bien lo que hace, casi eso es lo peor. Quizás soy yo, que no estoy preparado para un espectáculo como el suyo, a pesar de adorar trabajos como el citado «Supone Fonollosa». No sabría hacer una valoración general, momentos geniales junto a desastrosos. Incluso las imágenes de la publicidad son engañosas, ya que no hay referencias al mar, ni salen disfrazados. Otro sinsentido más.


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