Nacido GarcÃa, no Cortez, en Rancul, provincia de la Pampa, hace 72 años, empezó cantando groovies latinos, cumbias, salsas (Me lo dijo Pérez, Sucu-Sucu, Me has enamorado…) antes de dedicarse a componer, recitar y cantar esas pequeñas cosas diarias por las que es conocido. Argentino pero afincado en Madrid, tuvo mucha repercusión en nuestro paÃs en la década de los 70 y 80. Deudor del genial Atahualpa Yupanqui, compañero y fiel amigo de Mercedes Sosa, Facundo Cabral y un, todavÃa, injustamente más desconocido Rafael Amor, sus canciones son actos de amor a la vida, a los dÃas, a la amistad, la buena, no esa «de fichar«, si no la de «aquà estoy siempre, aunque ya no nos veamos tanto«. Una personalidad tierna, atemporal y por ello eterna. Y asà acaba el párrafo «wikipedia».
Lo de los veranos en el pueblo era una pasada, y no solo porque no hubiese clase, sino porque tenÃa dos meses para hacer lo que quisiera casi sin control y, a veces, sin permiso. Los mayores descansaban en un pueblo «sin mar» y nosotros jugábamos a subirnos a los árboles, a emular al héroe televisivo del momento (llegó a ser Errol Flynn) y escuchaba mucha música de mi tÃo (en la autobiografÃa musical que empecé aquÃ, y que seguiré, ya hablé de aquellas cassettes). Las cassettes que más me gustaban eran las de recopilaciones, donde habÃa de todo. Las escuchaba una y otra vez casi sin saber quienes eran. Y es curioso descubrir canciones, a lo largo de los años, de aquellas cassettes primigenias. Y muchas de las canciones de un argentino que siempre pensé que era español estaban allÃ. Y asà acaba el párrafo «nostalgicón y pesado».
El pasado jueves por fÃn vino Alberto Cortez a Bilbao, después de haber cancelado su anterior concierto por una operación de rodilla. Mayor, lento al andar se nos presentó sonriente, con esa sonrisa iluminadora tan caracterÃstica. Un sillón, un pequeño atril y un piano de cola. La ovación en el teatro fue emocionante. Empezó fuerte, con «A mis amigos» enfatizando cada palabra, dejando claro que su voz no ha mermado ni un ápice a pesar de los años. Nos pidió permiso para poder cantar alguna canción sentado, debido a esa operación. Un grande, un gigante, muy cercano, hablándonos como si fuésemos amigos de toda la vida. Y la retahÃla de canciones fue tremenda. Recordó toda una trayectoria, una vida, aunque «yo estoy empezando» como nos dijo. Simpático, divertido, intercaló la ternura (Mi árbol y yo, Amor mi gran amor, Te llegará una rosa, Como el primer dÃa…) con sus temas más crÃticos (Hasta cuando, Callejero, Los demás…), con sus reflexiones sobre el paso del tiempo y la inevitable muerte (Cuando un amigo se va, La vejez…) incluso presentandonos canciones nuevas (Chiquito GarcÃa, Frankenstein…). La última parte, duró casi dos horas, fue en la que cayeron los clasicazos, esto es, En un rincón del alma, Las Palmeras, Castillos en el aire… incluso hizo una sentida versión de Los ejes de mi carreta de su (nuestro) adorado Atahualpa Yupanqui. Un derroche de canciones, de simpatÃa, de elegancia, pero sobretodo de emoción. Máximo respeto. Y asà acaba el párrafo «del bloggero melómano».
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