Concierto de lujo el del pasado viernes en el centro cultural de Deusto, y además a precio anticrisis, o sea, gratis (como creo que deberÃa ser el arte en su mayor parte). Y es que ver a Anari no es tan fácil, ya que ésta profesora de literatura hispánica no se prodiga demasiado, y verla acompañada por esa marciana caÃda de un planeta propio llamada Maite Arroitajauregi (Mursego) resulta un complemento perfecto para un buen inicio de fin de semana. Un salón de actos no muy grande, lleno de gente curiosa, en su mayor parte gente joven y dos mujeres ofreciendo algo diferente en una especie de escenario a la altura de los espectadores.
Primero salió Anari, a la que tenÃa muchas ganas de ver en directo, desde que hace años descubrà aquel maravilloso Habiak (nidos), su segundo disco. Hace años también, teloneó a la inmensa Dayna Kurtz, con un miniconcierto que me supo a poco. Y como digo no se prodiga mucho, asà que no dudé cuando và que venÃa a Bilbao. Presentó su último disco «Irla izan» (se podrÃa traducir como «ser una isla», aunque dependiendo del contexto), su cuarto disco, que continúa ese estilo seco, grave, con voz temblorosa, como si fuese a arrancar a llorar. Y sigue hablando de lo mismo, de las debilidades que surgen entre las personas, de «esos sÃndromes de Diógenes emocional» como dice en su sobresaliente «harriak» (piedras). Repasó las canciones de sus cuatro discos («Anari», «Habiak», «Zebra» y el nombrado «Irla izan») y pidió la ayuda de Maite Mursego para acabar con «harriak». Hora y cuarto de concierto. Y un pequeño descanso.
Y llegó el segundo concierto de la noche, uno de los proyectos más estimulantes de la música en Euskadi, el camino experimental de Mursego, seguidora de una cierta tradición creada por Mikel Laboa. Para el que no haya tenido la suerte de verla en directo, es muy difÃcil explicar la pasión que tengo con ésta chica que utiliza cualquier cosa para crear bases rÃtmicas. Quién más quién menos ya sabe lo que es un pedal loop station (esos pedales que sirven para grabar ruiditos que sirven como loops, a los que se puede ir agregando sonidos creando una canción en un momento) y Maite exprime sus posibilidades, jugando con su voz, con maquinitas y juguetitos y, por supuesto, con el cello, su instrumento base. Porque la chica aunque experimental in extremis, es de conservatorio y su sabidurÃa musical hace que pueda versionear la llorona de Chavela Vargas, que se vuelva moderna con derivas casi electrónicas de juguete (Donki kongu), o que con uke lele en ristre nos lleve al lejano oeste siendo siempre creÃble. CreÃble dentro de ese universo esquizofrénico tan maravilloso. Se metió al público en el bolsillo desde el primer tema, y es que divierte y se divierte, algo que no se suele ver mucho en los escenarios. Otra hora y cuarto más o menos. Presentó las canciones de su ep «Bat» (Uno en euskera o Murciélago en inglés, hago ésta matización porque Mursego es murciélago en portugues), y de su primer largo «Bi» (dos), además de presentar canciones nuevas.
Una velada especial con éstas dos islas, dos oasis en un panorama musical cansado y repetitivo.
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