La guitarra portuguesa, o guitarra lusitana es un extraño artefacto, con forma de pera, doce cuerdas y un sonido peculiar. Si está bien tocada las notas parece que lloran, con una tristeza infinita, pero de pronto puede evocar los sonidos del oleaje, del salitre, de los miradores y de las casas blancas, del barullo diurno por las cuestas de Lisboa o de las tranquilas noches, a la luz de los faroles, donde todas las calles parece que lleven a un secreto.
Acabo de disfrutar un concierto único, el de Antonio Chainho, excelso virtuoso de la guitarra portuguesa. No he querido dejar pasar mucho tiempo (el concierto ha acabado a las 21.30 y cuando escribo estas lÃneas son las 22.25). Nacido en Santiago do Cacém, Portugal, hace 74 años, lleva 63 tocando dicho instrumento, que aprendió de sus padres, pero poco a poco vio como su arte debÃa profesionalizarse, llegando a tocar con músicos de todas las nacionalidades y de todos los géneros. Aunque el que Chainho domina es el fado. Y como no podÃa ser de otra manera, tenÃa su sitio preferente en las Noites do Fado, el ciclo que la sala bbk dedica a dicho genero musical.
Tres sillas vacÃas y una iluminación acorde. (Por cierto, nunca lo he comentado, pero la iluminación de la sala bbk es una auténtica maravilla, es una pena que esté prohibido sacar fotografÃas durante el concierto). Chainho acompañado por dos guitarras de seis cuerdas y, ocasionalmente por una fadista, elegante, con voz lánguida, capaz de llegar mucho más lejos de lo que podrÃa cualquiera de las solistas que conocemos. Y en cuanto a la técnica del portugués, pues es un lujo escuchar/ver en directo a una persona con más de 6 décadas de conocimiento del instrumento, como cada una de las notas es tocaba con precisión, sin duda, sin error. Eso en un momento en que parece más importante formar un grupo que aprender a tocar un instrumento, repito, es un lujo. La paz interna, la seguridad reposada que da la experiencia es parte del espectáculo.
Hora y media, en su mayorÃa instrumental con esas derivas como de ragtime, animadas y aceleradÃsimas, casi divertidas en ocasiones. Desde luego no pensé que disfrutarÃa tanto en un concierto de fados (ay los prejuicios…). Repito, y por última vez, un lujo poder asistir a conciertos como el de Antonio Chainho.
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