La penúltima o antepenúltima novela de Alberto Vázquez Figueroa (seguro que ya está escribiendo una o dos más) es, como viene siendo habitual en él, un divertido ejercicio de literatura intelectual-aventurera. Me explico; se le ha despachado muchas veces por hacer libros «facilones» con personajes desdibujados, con regodeo en ciertas escenas escabrosas de violencia o sexuales, con un tratamiento de la narración como de best-seller y un constante uso de los diálogos (algo que supuestamente no está demasiado bien visto por la crÃtica), en cambio sus novelas son el reflejo de la reflexión de una de las personalidades más inteligentes e innovadoras de este paÃs. Y voy a tratar de explicar esto que puede parecer una exageración.
Vázquez Figueroa no es un escritor, a pesar de haber escrito en torno a las 90 novelas (más que nadie en este paÃs), no está dentro de esa élite de escritores de elevado gesto y maneras finiseculares. Es un tipo llano, sencillo, sin gestos altos que, por otro lado, no para de escribir (y de vender) libros sencillitos para que el lector medio-bajo entienda problemas fundamentales de este u otro paÃs. No pretende que su obra sea para intelectuales, pretende que sus denuncias, reflexiones y aclaraciones las lea el pueblo, y lo consigue.
Envuelve el caramelo en celofanes divertidos, aventureros, exóticos, pero el caramelo es ácido; a menudo son tragedias de los paÃses del tercer Mundo, denuncias de actos macabros y crueles, de violaciones del los derechos fundamentales del ser humano, una profunda reflexión que hace que esas novelitas que se venden como rosquillas se conviertan en poliédricas y potencien su valor.
En BÃmini se pone en solfa la actuación de los paÃses más poderosos en torno al tema de la explotación petrolÃfera, del abuso de estos de los paÃses más pobres y del silencio administrativo y militar de tamaña injusticia. Los dos protagonistas, a modo de Robin Hood, tratarán de hacer justicia y descubrir que se trama detrás del lujoso crucero BÃmini; los vaivenes de millones de costa a costa y para rematar, Vázquez Figueroa plantea que la navegación no ha variado en miles de años, algo que se podrÃa corregir si la fabricación de los barcos fuese distinta. Y es que no olvidemos que además de escribir libros, este buen hombre es también inventor y tiene varias patentes revolucionarias.
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