– “Yo te dejo la ropaâ€.
Y asà fue. Unas vestimentas que, en su momento, fueron usadas para su uso diario y para manifestar una determinada adscripción estética y cultural. El uniforme de un sixties. Camisa naranja y hispters azul marino. Yo pondrÃa una especie de Harrington gris de mi padre, unas dessert boots y unas ridÃculas gafas setenteras. Elementos con los que acabar de mancillar esos delicados ropajes. Elementos con los que completar mi disfraz.
Estamos en febrero de 2001. Carnavales. Javi, el dueño de la camisa y el pantalón, otrora modernista de pro, no ha dudado en asesorarme y, como digo, prestarme esas posesiones para que yo, esa noche, salga pertrechado de tal guisa. Pero falta algo, un último detalle para completar el embozo. El complemento final es una chapa, una bonita chapa con una gran mariposa, la mariposa que ilustra la portada del disco ‘Butterfly’ de la extraordinaria banda The Hollies.
Aunque a priori pudiera parecer el detalle más insignificante del disfraz, Javi destaca que esta chapa ha de ser cuidada con más ahÃnco que la propia ropa. Una chapa con un gran valor sentimental, remarca. “CuÃdalaâ€, insiste. “Tranquiloâ€, respondo.
Y listo.
Los carnavales, junto a la nochevieja, siempre han sido para mà una fiesta muy especial; una noche en la que todo vale; una de las bacanales por antonomasia. Está permitido, en definitiva, perder un poco el control. Sea. Dicho lo cual, camisa anaranjada preparada, hipsters enfundados, pisamierdas calzadas, Harrington enfundada y chapa de los Hollies enganchada a la solapa de la chaqueta… Here we go!!
Amigas y amigos con predisposición festiva, Ana con su disfraz hippiesco de pareja y copazos por doquier. Tubo, Eguzki, otra vez Tubo. Puede que otra vez Eguzki y volvemos al Tubo. Martini seco, amigos, con ginebra. Fumeque interminable. Música, besos e inevitable castaña. Amanece. A casa. Resaca de las gordas, claro, y levantarse a la hora de comer. Café con Ana y que ella trate de aclarar las abundantes lagunas de la farra carnavalesca. Vuelta al quelo, despertador, pensar en el lunes: a la uni por la mañana y a la tarde a currar a la tienda de discos y lavar la ropa para devolvérsela a Javi. Vale, la ropa no estará para mañana pero la chapa sÅ
La chapa. La chapa de la mariposa, la chapa del ‘Butterfly’ de los Hollies. La chapa. La chapa no está. La chapa de valor sentimental, la chapa del “cuÃdalaâ€. JO-DER. La chapa no está en la solapa de la Harrington. Soy un puto borracho, joder. En lo único que me habÃa insistido Javi que tuviese cuidado y voy yo y la pierdo. Bien, lucce, te has lucido. Cojonudo. Valor y al toro. En el pseudo vestuario de la tienda de discos, un lunes de carnaval, por la tarde, coincido con mi amigo, con mi compañero, con Javi.
– ¿Qué tal?, ¿mucha fiesta?, ¿qué tal la ropa?
– Muy bien, Javi, gracias… Un morón de puta madre…
– ¡Qué teenager!
– Ya, jajaja… Estoooooo… Javiiii…
– Joder, has perdido la chapa…
– Pues sÃ, tÃo, no sé… Yo la tuve toda la noche en la chaqueta y jurarÃa que la llevaba a casa cuando me fui pero ayer fui a cogerla y ya no estaba…
– Joder, macho…
– Ya, tÃo, perdona… Pero, a ver, esta tarde mismo me acerco a los dos bares en los que estuve, que sólo estuve en dos, y hay confianza en ambos y si la han encontrado la guardan fijo, no te preocupes, tÃo, y perdona…
– Ya te vale, colega, mira que te dije que los pantalones y la camisa me daban un poco igual, pero la chapa… No te vuelvo a dejar nada, colega…
El rictus de Javi era realmente duro. Mostraba enfado y quizá hasta decepción. Jaet también estaba allÃ. Él también percibÃa que la tensión se cortaba en el ambiente. El mosqueo de Javi era palpable. ¿Y qué más podÃa decir yo? Nada, a tragar… SÃ, le insistà un par de veces más en que admitiese mis disculpas e incluso llegué a acusar a un camarero de uno de los bares de habérmela robado y tal, pero no habÃa manera… ¡Vaya marrón!
Pocos minutos antes de que los tres, Javi, Jaet y yo, saliésemos a la tienda, el primero empieza a descojonarse, buscando una complicidad con Jaet en la mirada, la cual él captó al segundo, lo que provocó que éste se sumara con su estruendosa carcajada, ofreciéndome un humillante coro de risotadas en mi cara. Me lo tenÃa merecido. Me acojonaron, pasé la vergüenza de admitir mi pérdida, pasé el trago de pedir perdón, el embarazo de agachar la cabeza y aguantar el chaparrón… Recibà una buena vacilada, sin duda, de la cual, hoy en dÃa, Javi y Jaet se siguen partiendo.
Y no, la chapa nunca apareció, y claro hoy es el dÃa que cada vez que escucho a los Hollies recuerdo esta anécdota, rememoro esta historia… Y claro, escuché el ‘Butterfly’ hace poco y esto provocó que casi doce años después de aquellos carnavales, de aquel disfraz, me siente hoy al volante de LFA para rescatar las BiocrÃticas y para dedicarles estas letras tanto a Javi, como a Jaet…
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