Django desencadenado, la nueva Tarantiniada

Posiblemente Quentin Tarantino sea el cineasta menos libre de cuantos hay actualmente, aunque se nos venda una y otra vez lo contrario. La libertad de Reservoir dogs y Pulp Fiction se convirtió en un manierismo marca de la casa. Todos sabemos que trabajó en un videoclub y que esa fue su escuela (la mejor para qué nos vamos a engañar). Si digo que es el cineasta menos libre es porque la marca Tarantino está muy marcada, a fuego y sangre, y tiene que dar a su público lo que quiere, esto es, reinvención de géneros menores, de gustos populares (cine de gangsters, blaxploitation, terror de serie z, artes marciales, cine bélico anti nazi…) pasado por su turmix y haciendo peliculones. Vamos, que no me imagino al bueno de Quentin queriendo vender un guión romántico…

Pero claro, hablamos de un genio, uno de los de verdad, de los que son capaces de vestirse con todo tipo de pieles y resultar siendo el mismo, se me ocurren unos pocos; Scorsese, Winterbottom, Kubrick… Y en Django desencadenado no iba a ser menos.
En este caso el género utilizado es el spaguetti western, el más barato, el de las coproducciones italo-franco-españolas con actores de todas esas nacionalidades y decorados compartidos. Aquellas películas de grandes rótulos rojos, con zooms vertiginosos y actuaciones desmedidas. Aquellas películas rodadas en Almería con muy poco presupuesto y menos tiempo. Y lo logra, al menos en la primera parte.

Pero Tarantino siempre guarda un as en la manga y la función no queda en un mero revival de un género chico, ya que la película en cuestión no solo es Corbucci, ya que también es Leone, Siegel, Peckinpah, Ford y la maestría del cineasta apabulla (menos que en otras películas suyas) al espectador que cuando es sorprendido por un puñetazo en la boca del estómago no ve que ya han sacado el revólver.

No voy a contar la historia que es lo de menos. Me quedo con la impresión de una película sobresaliente, lo mejor de su autor junto a Reservoir dogs y Pulp fiction, depurada, sin tanta charla que empañaba la un tanto fallida Malditos bastardos. Cine con mayúsculas, con un anticlimax, que no es el final, más bestia que Grupo salvaje.


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