Cada nueva publicación de Ramiro Pinilla es una buena noticia literaria y es que este bilbaÃno (afincado en Getxo) de 90 años, dotado de una mente y una pluma lúcidas imprime a sus novelas un empaque que permite que vayan siempre mucho más allá de lo que parece que quieren contar. Partiendo de la verdad, de las pequeñas epopeyas cotidianas consigue firmar obras inmortales y universales sin salir del microcosmos getxotarra en el que enclava todas sus historias.
En 2009 nos presentó a Sancho Bordaberri, ese joven librero de finales de los 40 con afán por las novelas policÃacas hasta el punto de convertirse en Samuel Esparta, un detective con sombrero y gabardina al más puro estilo Bogart, para investigar un crimen y enfrentarse a las fuerzas franquistas. Aquel libro se llamó Solo un muerto más y fue una revisión a las viejas lecturas del propio Pinilla, amante de la obra Hammett y de Chandler. Y en 2013 nos trae un segundo caso de Samuel Esparta, de nuevo enclavado en Getxo, en este caso para desentrañar el turbio crimen de Anari, aparecida muerta detrás del frontón el dÃa de la romerÃa.
Pero la narrativa de Ramiro Pinilla no se contenta con hacer un fresco costumbrista de la vida de la posguerra en la costa vasca, del nacionalismo y franquismo, de los vencidos y vencedores, de la pobreza, ni se contenta con hacer una entretenida novela de detectives. Insufla vida a cada uno de los personajes y dibuja vidas que bien pueden ser entendidas en cualquier parte del Mundo.
Hay amor, mitologÃa, crÃtica social y clichés del género policÃaco, sin olvidar el humor, en ocasiones disfrazado de triste sorna del perdedor, y es que Pinilla se moja y mucho ante el franquismo y el nacionalismo (él lo llama delirio) vasco. Una buena novela, entretenida y profunda, como debe ser la buena literatura. Larga vida a Ramiro Pinilla y a Samuel Esparta.
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