En vinilo. Solera (1973)

Solera

En la historia de la música hay cientos de mitos y de leyendas en torno a discos, giras, grupos y demás. Muchas de ellas falsas en mor de vender libros de memorias, dvd documentales y otras parafernalias que, finalmente, poco tienen que ver con la industria. Luego hay mitos más pequeños, pero que brillan con igual fuerza. Solo por hablar de nuestro país me vienen a la cabeza, por ejemplo, Smash, Módulos, Los Gritos, Nuestro pequeño mundo o Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Gúzman. Reconozco mi predilección por éstos últimos, como suelo decir, nuestros Crosby, Still, Nash and Young. Pués bien, una vez descubiertos a éstos chicos que componían a 8 manos (pero sobretodo Rodrigo) joyas como Carrusel, Solo pienso en tí o Señora azul, tiré del hilo de Ariadna y encontré vida inteligente antes de CRAG. La prehistoria de ese combo se llamaba Solera, donde estaban Rodrigo y Guzmán, mientras que Cánovas estaba en Franklin y Adolfo en los Íberos.

Pero hoy vamos a centrarnos en Solera, una suerte de oasis en el desierto, estrella fugaz ya que solo sacaron un disco, homónimo, antes de disolverse. Disco que roza la perfección formal a lo largo de sus 11 canciones de una sencillez y eficacia apabullantes. A parte de Rodrigo (guitarra, voz, órgano…) y Guzmán (bajo y flauta), estaban los hermanos Jose Antonio (guitarra rítmica y acústica) y Manolo (percusión).

El disco arranca con Noche tras noche, tema compuesto al alimón por Rodrigo y Guzmán, puro pop que despega con la frase «pienso y no quiero pensar que no tengo en quién confiar». Le sigue Una singular debilidad, de Rodrigo y los hermanos Martín hablando de un gay que no acaba de salir del armario (atención que el disco es de 1973!) con toques caribeños. Y llega la primera joya del disco, el himno Linda prima, de un Rodrigo despechado al saber que una ex se va a casar con uno opuesto a él. La retranca de nuestro Dylan barbudo vuela en esta maravilla de 2 minutos. La tempestad, de los hermanos Martin, arranca con un rasgueo de guitarra y un clavicémbalo para dar paso a la aguda voz de Guzmán narrando la reconciliación de una pareja tras la tempestad. Tierra mojada, quizás el tema más folkie del disco es una delicia, una de mis favoritas del disco, intimista, relajante, compuesta por los hermanos Martin, una canción netamente descriptiva, preciosista. El discípulo de Merlin es un divertimento de Rodrigo y Guzmán que reduce su texto a «la mujer, la música y el vino, y con ésta razón me vuelvo a recobrar y a vivir la realidad». Volverás, de Rodrigo, es otro tema de hombre que habla a una mujer a sabiendas que ella ya está lejos, por mucho que uno quiera que vuelva. Quizás el tema más conocido del disco es Calles del viejo Paris, de Guzmán, tema perfecto, nostalgia, fotos en blanco y negro «quiero que vuelvas a mí». Juan es la historia de un hombre gris, de vida gris que sueña con triunfar para volver con aquella mujer que le abandonó, pero eso no es posible y tiene que seguir con su matrimonio gris. Canción que me recuerda en parte a The Beatles. Agua de coco y ron parece compuesta para competir por la canción del verano, aún así, su banalidad es encantadora y de nuevo ese toque caribeño la hace disfrutable. Y cierra el disco con la luminosa Tiempo perdido, canción que parece compuesta a mediados de los 90 en Inglaterra, así que haceros una idea de lo moderno del disco.

Hoy los compositores buscan hits instantáneos, los discos perfectos y temáticos, dejando la parte lúdica y divertida de las canciones independientes de 2 o 3 minutos, puro pop. Hoy echo de menos grupos como CRAG, Los Brincos, Micky y los Tonys, y claro, como Solera


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