Desde hace varios meses veÃa, al pasar por la Gran VÃa bilbaÃna, ese paseo elegante y mercantilizado, un escaparate luminoso, muy vistoso, pero que no pretendÃa venderme nada, al menos de buenas a primeras. «Â¿Qué habÃa antes aquÃ? algo de ordenadores, y antes un cine, ya pero ¿qué es ahora?» Tuve oportunidad de entrar hace un par de meses por una exposición, pero seguÃa sin ver «esa sala» donde se programan conciertos de calidad. De mientras veÃa desfilar carteles con nombres suculentos de esos «que no te puedes perder» y por mil razones te acabas perdiendo. Empezar a decir nombres serÃa dejar muchos en el tintero, y es que la sala BBK ha empezado muy fuerte, siendo, con permiso de La BilbaÃna, el lugar que mejor programación de jazz tiene en la capital. Pero no solo jazz, a saber, teatro, conferencias, y mucha música. Amancio Prada, Jack Bruce, John Mayall….. Lo que digo, serÃa dejar tantos en el tintero….
Y de pronto un dÃa, paseando por las otoñales calles de Bilbao, entrando o saliendo de algún café, quizás anudando torpemente una bufanda, pisando crujientes hojas ocre, me encontré con un pequeño cartel (son elegantes hasta para anunciar sus eventos) donde cinco sonrientes «ancianetes» miraban a cámara. Me acerqué y leà un nombre que no creà que fuese cierto: Fairport Convention. Digo que no creà que fuese cierto porque éste es uno de esos grupos que se les conoce tarde y mal. Tan mal que no sabÃa que siguiesen en activo. Pero explicaré como les conocÃ. Como ya he contado en este blog en repetidas ocasiones, mi infancia-adolescencia ha estado plagada de música grabada, robada o en los peores casos comprada, y mi afán, casi detectivesco por descubrir nuevos sonidos me ha llevado a grandes vÃas pobladas o a oscuros callejones sin salida. En uno de esos callejones sin salida encontré, una vez, una puertecita que me llevaba a un camarote donde un tal Richard Thompson resumÃa la música popular desde el medievo a Britney Spears (sic), y avanzando en esa vereda nada transitada por mà acabé en un valle verde, no sé si de colinas rojas como las de mi querido Ramiro Pinilla, pero fecundas en cuanto a sonidos. Efectivamente Richard Thompson habÃa sido miembro de una banda de folk inglés llamada Fairport Convention.
Explicar a dónde me lleva la música de los ingleses es como ver una de esas pelÃculas antiguas de aventuras que ponÃan en la sobremesa, donde rudos marineros bebÃan whisky en la taberna del puerto, poco antes de que estallara una pelea,propia de las tensiones creadas en la mar. Pero es mucho más que eso, y es que ese «folk andante», se retuerce para acercarse en ocasiones al country, a la música triunfalista como de batalla del siglo XVII, a una intimidad que no olvida el paso de los años y sus «nuevos» sonidos.
La otra noche salieron los cinco «ancianetes», medio capitaneados por Simon Nicol (voz y guitarra) el único miembro fundador de la banda, y digo medio capitaneados porque en la banda todos tienen un protagonismo que se agradece, todos cantan (menos Garry Conway, el bateria), y todos tienen su rol para hacer del recital algo único. A lo largo de dos horas recurrieron a temas de todos los discos relevantes, haciendo hincapie en los temas del celebrado «Liege and Lief» del año 70, hicieron chistes, recordaron a Richard Thompson, a Sandy Denny, a Stephane Grapelli (como fuente de inspiración) y nos mantuvieron con una sonrisa en todo el recital.
Y una vez dadas las luces dejamos la taberna del puerto para volver a ese gran paseo, elegante y mercantilizado, para comer algo por Ledesma.
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