La sesión del domingo en la Alhóndiga trajo las primeras tres pelÃculas a concurso. En primer lugar, a las 17.30 se proyectó la ya mencionada Home sweet home del cineasta francés David Morley. En segundo lugar, a las 19.45 el debut en la dirección de Brandon Cronenberg, hijo de David Cronenberg, la perturbadora y morbosa Antiviral y por último, a las 22.00 The seasoning house de Paul Hyett, una sórdida historia de venganza ambientada en un burdel.
Pero vamos a centrarnos en la cinta del pequeño Cronenberg (tiene 33 años)ya que fue quizás una de las favoritas en la jornada del domingo. La historia no tiene desperdicio; una clÃnica vende virus de celebridades a los fans más fetichistas (¿para qué vas a querer un autógrafo o un mechón si puedes tener su propia enfermedad?) y Syd March, un empleado un tanto asocial y bastante inquietante trafica con virus que saca de la clÃnica inyectados en su propio cuerpo. El problema vendrá cuando se inyecta un virus que acaba matando a Hanna Geist, una celebridad,pero nada es lo que parece…
La pelÃcula, tratada con una frialdad clÃnica y distante, de planos antisépticos, casi farmacológicos, acaba en una explosión de vomitonas sanguinolentas en una espiral enfermiza en la que va cayendo su protagonista y con él el propio espectador. Y con ellos el guión y el posible interés por él. No voy a meterme con la idea de que el bueno de Brandon haya hecho una pelÃcula copiando la marca de papá, ni su pretenciosidad, pero si creo que ha caÃdo en el error de querer hacer una obra maestra en un debut, algo en lo que caen cada vez más aspirantes a directores.
Aún asà no es mala pelÃcula, aunque un tanto repetitiva, embarullada y un tanto larga (casi dos horas para una historia que no da para tanto). A partir de aquà la carrera de Brandon puede hacer dos cosas; depurar su estilo y llegar a ser un creador estimable, o quedarse en mero director de pelÃculas de videoclub en una época en la que ya no existen los videoclubs. Esperemos que sea la primera.
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