Kenny Garrett en la sala bbk de Bilbao

Kenny Garrett

Acudir a un concierto de jazz es una lotería. da igual que conozcas más o menos la obra del señor que va a tocar, si hace jazz esa noche puede hacer lo que le de la gana. Y eso es peligroso, incluso para espectadores avisados. Yo soy un apasionado del jazz; me encanta el be-bop, disfruto con el swing, con el Blue Note cincuentero (mi favorito), incluso con las progresiones más arriesgadas del sello Prestige (y eso es decir mucho). Por supuesto que no soy un experto, me quedo en mero apasionado.

Pues bien, digo esto porque el miércoles pasado fui a un concierto del saxo alto Kenny Garrett, uno de esos músicos jóvenes (52 años) con una carrera tremenda a sus espaldas, colaborando con los más grandes, con muchas ganas, y me acabé marchando antes de que acabase. La aproximadamente hora y cuarto que estuve pasó de la admiración al incomodo y al aburrimiento, y abandoné dicha sala con los nervios de punta.

Me gusta la improvisación, ese conato de libertad, casi anárquico, dentro de un tema para retomar todos a la vez la melodía, incluso me gusta cuando los músicos se ponen al límite de sus capacidades en ritmos casi mántricos, como loops capaces de elevarte al nirvana,pero lo del otro día, con una media por tema de 20 minutos fue un tostonazo y lo peor de todo, chirriante.

Sin dirigirse al público para nada (al menos la hora y cuarto que vi) el quinteto de Garrett demostraron ser unos grandes músicos, curtidos en mil batallas y al público parecía gustarles, con lo que me di cuenta que el que no estaba curtido en tantas batallas era yo. Admito desde aquí mi desconocimiento, pero el concierto que vi años atrás de Ornette Coleman, basado en una sonoridad parecida me resultó genial mientras que nadie me va a convencer que lo de Garrett fue apasionante.

El caso es que escuchando grabaciones de él pienso «Â¿Y por qué no tocó ésta, o ésta?» Y es que lo tengo cada vez más claro. Los músicos de jazz son libres hasta para preparar sus directos y eso hace que sean libres, apasionantes y auténticos, eso sí, sigo pensando que ir a un concierto de jazz es una lotería…


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