Muchos asocian el nombre de Manolo GarcÃa a El último de la fila, uno de los grupos más importantes de nuestro paÃs de cualquier época y a su posterior carrera en solitario. Un tipo normal que escribe canciones con letras que no hay quién las entienda y con una clara vocación por la pintura y una querencia por la naturaleza y su conservación. Y no están para nada equivocados.
Pero tras ese nombre común se esconde también un poeta, un pintor de trazos propios, creador de mundos diferentes, y deseables, donde esa naturaleza se despliega en todo su esplendor. Una mirada incorruptible e indoblegable que aúna comercialidad con compromiso, del bueno, y con una dosis de conocimiento casi filosófico y un amor por la lengua castellana. Toda una declaración de principios.
Pues bien, hoy voy a hablar un poco de su primera incursión en el mundo literario en el terreno editorial y es que tras aquel Vacaciones de mi mismo donde se recopilaban todas sus letras hasta el disco Para que no se duerman mis sentidos, vuelve a la carga con un libro de textos creados directamente para él. Un libro que se llama El fruto de la rama más alta, que suena como a utopÃa, a querer atrapar ese jugo lejano y difÃcilmente asequible. Un libro que contiene además de un montón de cuadros, dibujos y fotografÃas hechas por el propio autor, una serie de poemas donde se juega con el lenguaje, unos textos que amplÃan el universo ya de por si rico, de Manolo GarcÃa.
También se incluyen en los textos las letras de su último disco hasta la época, esto es, Los dÃas intactos quedando un volumen de gran tamaño y de inmenso contenido. Para fans del autor y para quienes piensan que siempre hace lo mismo. Toda una gozada.
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