
El pasado sábado se celebró en el bilbaÃno  Kafe Antzokia uno de esos conciertos de los que no se espera gran cosa y que acaban siendo referenciales. Llevo años siguiendo la música de los irundarras Lisabö y, si bien no me considero experto (¿alguien puede serlo?), siempre les he considerado como una especie de oasis en un panorama musical (el vasco) un tanto limitado, por no decir rancio. Por otro lado he de decir que, en ésas listas de fin de año, en la que todo el mundo se decanta por uno u otro, que los de Irún hayan copado casi todas ellas me ha sorprendido gratamente (aunque al parecer siempre ha sido asÃ, con cada disco que sacaban). Y es que se han coronado con su cuarto larga duración. Animalia lotsatuen putzua se ha revelado como lo mejorcito de la parte más indie de 2011. Yo no lo creo, de hecho el disco me parece una vuelta de tuerca más a un sonido y actitud que, aunque loable, está algo estancado. Porque… ¿qué añade a Ezarian (2000), Izkiriaturik aurkitu ditudan gurak (2005) o a Ezlekuak (2007)? Yo al menos no soy capaz de percibirlo, pero los que de ésto entienden parece ser que sÃ, y han premiado éste pozo de los animales más avergonzados. Y yo me alegro, que conste.  Y que en éstos dÃas exista un sello como bIDEhUTS, pues es de agradecer. Música libre, autogestionada.
El dÃa habÃa sido gris, a pesar de una manifestación (¿cuántas ya?) masiva, que abrÃa una brecha de esperanza (¿cuántas ya?) contra la dichosa reforma que se está convirtiendo en el (no) pan de cada dÃa. Un dÃa que tenÃa que solucionarse con un concierto y qué mejor que con la banda de moda que, todo hay que decirlo, no se prodigan mucho en directo. Asà que acabé llamando a un amigo que sabÃa que se acercarÃa.
Los teloneros, aunque prefiero creer que fueron dos conciertos distintos en una especie de mini bIDEhUTS festival, fueron los guipuzcoanos Jupiter Jon, que presentaron su primer disco «Pleistozenoko astelehenak«, producción de Karlos Osinaga, uno de los frontmen de Lisabö. Facturaron un sorprendente sonido tribal, arrancado de lo más profundo de la selva, un sonido novedoso, divertido, muy experimental, algo menos de una hora de concierto fresco. «Me da que va a ser mejor que el de Lisabö» me atrevà a sentenciar a mi compañero.
Y salieron. Para el que no conozca la música de los de Irún diré que es lo más parecido al fin del mundo. No se trata de una música de ocaso, sino de la celebración más dramática del apocalipsis. OlvÃdate del noise, eso es cosa de blandos, ésto es dolor, furia, violencia, desgarro. Los dos vocales cantan muriéndose, la doble baterÃa amartillea los dolorosos ritmos de una devastación podrÃamos decir que nuclear. Nunca un sonido fue tan contundente, nunca unas voces tan desgarradas ni una interpretación tan dramática. Concierto demoledor, agotador, denso, árido como atravesar un desierto después de comer, cuando más calienta el Sol. Música sangrante, difÃcil, un caos controlado (esos arranques y esas frenadas a 200 por hora). Y ya solo por la experiencia que es ver en directo el fÃn del Mundo merece la pena seguir a éste grupo.
El concierto acabó, no asà nuestra Vida, que seguÃa como si tal cosa, a pesar de sufrir heridas de muerte. Un doble concierto que se complementaba, los sonidos prehistóricos y tribales, fundacionales de unos, con el devastador aliento apocalÃptico de los otros.  Y nosotros solo pudimos volvernos a casa, exhaustos, pero contentos de seguir vivos.
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