Me vais a permitir que hoy sea politicamente incorrecto, aunque ya no sé que significa eso. Hoy resulta que lo incorrecto es lo que de siempre nos ha parecido normal y viceversa, pero bueno, ese no es el caso. Después de mucho sin escribir en el blog, reaparezco hablando de tres vintageañeros, anticuados, de aspecto rancio y con cierto poso a naftalina y ahora voy a hablar de una de las personalidades más marcadas, en negrita, doble subrayado, quizás triple, de nuestra música, esto es, Loquillo. Generador de fans y detractores casi a la par, crooner elegante y macarra, bocazas de vocación, comprometido con una causa, la suya, que puede ser como la tuya o la mÃa, solo que la usa de manera egoÃsta, en declaraciones que casi siempre suenan a provocaciones. Puede que lo sean, no sé, son loquilladas.
Pues bien, que en un blog como éste, paradigma y referencia de un cierto tipo de música, y estética, en las antÃpodas de lo que nuestro héroe defiende, se hable de lo nuevo de Jose MarÃa Sanz, puede resultar para algunos una incorrección polÃtica, una provocación, un ligero tocamiento genital con buenas palabras. Yo desde ya agradezco a los auténticos furgoneteros (amigos, porque si no de qué) que me permiten derivar en engendros casposos y rancios como el que hoy nos ocupa, por reseñar uno de los discos más carrozas que se han grabado dentro de nuestras fronteras. Sus autores tienen de 50 para arriba, todos hablan de un tiempo pasado y su mentalidad trasnochada puede dotar de rubores ajenos a quienes se han subido al iCarro de la iModernidad.
Y llega «Su nombre era el de todas las mujeres«. Gabriel Sopeña, profesor de Universidad y poeta (¿se puede ser más chapas?) ha musicado los poemas de Luis Alberto de Cuenca, sexagenario poeta, partÃcipe del extinto gobierno de Aznar, al que los más cinéfilos recordarán como ocasional tertuliano de «Qué grande es el cine» de Garci (¿polÃticamente incorrecto?), autor de muchos temas conocidÃsimos por todos (Viaje con nosotros, Caperucita feroz…) y de aspecto de parroquiano de taberna taurina. Lo produce Jaime Stinus, antiguo guitarrista de La Orquesta Mondragón, y lo canta nuestro Loco, que para añadir incorrección diremos que está con los de la SGAE y es amigo de RamoncÃn. La verdad es que no están en edad de provocar, yo pienso que tiene más que ver con la necesidad de expresar las cosas desde otro punto de vista, algo a lo que nadie estamos acostumbrados, por muy indignados y abiertos de mente seamos.
El disco parte de 10 poemas del citado De Cuenca, donde se recrean varias incorrecciones, un primer tema leit motiv llamado «political incorretness», que sigue de un «nuestra vecina» que deja a «la mataré» como un inofensivo ejercicio masculino, «la noche blanca» hablando de la coca, un lÃrico y bello «cuando vivÃas en la Castellana», «el encuentro» donde las mentiras para poder tener sexo de consolación se abren paso. «Farai un vers de dreyt nien» es otra evocación, otro abismo, «a Alicia, disfrazada de Leia Organa» es lo que Han Solo hubiese escrito de haber tenido un par de huevos, «la malcasada» es quizás la más punzante y quizás hiriente del disco, genial. «La tempestad» cuenta como una mujer es acosada, por unos, no sabemos si se trata de una violación o simple ataque, solo sabemos que el cielo se rompe en mil pedazos, y finalmente la canción que da nombre al disco «su nombre era el de todas las mujeres», esa mujer fatal, y desastrosa que enamora al más tonto.
Arreglos clásicos, nada de modernismos, y si a ésto le anadimos una presentación con texto de Arturo Pérez Reverte (ese genial bocazas de taberna quevediana) de la incorrección pasamos a otro nivel superior. No creo que se venda mucho éste disco, porque la mentalidad cateta que tenemos los españoles (siendo yo vasco para muchos ésto también puede ser incorrecto, allá ellos) hace que veamos al cantante de Suede, a Morrisey o a Paul Weller como unos forever cool y a Loquillo como un rancio trasnochado. Asà nos va. Posiblemente se trate del disco más incómodo, inoportuno, arriesgado de los que se han hecho este año. Y yo desde ayer no dejo de escucharlo.
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