¿Los pequeñiques? ¿Ese no era el grupo de Paulina Rubio y Ricky Martin de cuando eran niños?» «No esos eran onda vaselina» «Qué va a ser onda vaselina» «Â¿Y qué cantan, la de un rayo de sol?» «Que no, joder, que es un grupo instrumental, de verdad, son brutales«.
Pero hay que reconocer que el miedo Ãba por dentro. Pero muy seguros y muy centrados en nuestro papel de jóvenes retro (sobretodo Lucce que traÃa su look más mod y sus patillas más largas, ya que yo venÃa de una parrillada y mis piratas apenas disimulaban las piernas más blancas de todo Bilbao) nos dirigÃmos, entre una multitud que apenas podÃa avanzar en dirección contraria, hacia la parte menos canalla de las fiestas; la estimable y muy reivindicable pérgola. Mientras nos Ãbamos acercando, a lo largo del parque de Doña Casilda, Lucce y yo nos mirabamos, a la vez que mirábamos a nuestro alrededor y nos dimos cuenta que el ambiente gafapasta no Ãba a acompañarnos esa noche tampoco. Las frentes despejadas, los pelos cardadÃsimos hasta el infinito, los pulligans al hombro… Y como dice el refrán; sà no puedes con el enemigo, únete a él. Asà que lo primero fue buscar una heladerÃa para disfutar del bolo de manera refrescante.
«Joder, venimos de estar en el casco tomando cervezas y estamos en la pérgola comiendo un helado, esto no hay que contárselo a nadie» «Tranquilo, a nadie». Y justo acabó el guateque «calientamotores». Llegó el momento, Ãban a salir, los grandes, las mejores guitarras y saxos de los sesenta en nuestro pais…»LOS PEKENIKES«. Y empezó a salir gente, dos o tres de los genuinos y varios jovencitos mercenarios de solfeo.
El tema introductorio nos hizo tragar a duras penas el helado. La frase más acertada para describirlo fue de Lucce: parece la sintonÃa de una teleserie familiar. Ufff. Y me pasó lo que siempre me pasa cuando quedo con mi colega mod, que me empecé a reir sin poder parar. Carcajadas y lágrimas que tapaban un nerviosismo latente. «ImagÃnate que llegan a venir éstos…» Y como somos retros pero no mucho, uno de los dos (que no soy yo) sacó su brand new móvil y empezó a twittear: los pekenikes defraudando. La gente estaba quieta como estacas en un sótano. Pero empezó el verdadero show. El carrusel de sensaciones (esto tambien es de Lucce).
De las sintonÃas de comedias familiares pasaron, sin pagar peaje, al new age más duro, a música que podria estar en esos cds de naturaleza (Delfines, Bosques…) con flautas traveseras, armónicas y teclado con el programa «ambient». La juventud estaba cada vez más desorientada y algunos ya empezaron a emigrar a otra zona. Nosotros, en cambio, seguimos fieles, incrédulos, pero fieles. Y se descolgaron con su primer hit: «Hilo de seda«, un tanto deshilachado por el sonido encajonado, a lata, pero que hizo que dejara de reirme a lágrima viva por un momento. Después tocaron «cerca de las estrellas», un tema que, quitando los metales, la podrÃan haber firmado Los Planetas en su mejor época. De nuevo el móvil,twitting «Los Pekenikes remontando«. Tema lisérgico, espacial…brutal. Qué buenos son Los Pekenikes.
Pero efectivamente estábamos en un carrusel y la siguiente ejecución fue un charlestón: «Felices 20». Aquà la gente enloqueció, empezando a cruzar las manos sobre las rodillas, levantando las piernas con movimientos espasmódicos, tratando de imitar lo que tantas veces se ha visto en las pelis de gangsters. Y nosotros con la boca más abierta aún. Del charlestón saltaron al rock progresivo más duro y setentero, como si de unos Popol Vuh, sin ingesta de hierba, se tratara. La densidad de estos temas era plomiza, los saxos, las guitarras y el teclado con el programa «hammond». Y de ahà al easy listenig de «arena caliente», que nos hizo recordar a Antonio Carlos Jobim, volviendo a recuperar la esperanza. «Frente a palacio» se desarrolló de manera correcta, con el teclado con el programa «clavicordio» y «Robin Hood» que volvÃa a tirar hacia el lado más progresivo. El público no sabÃa si reir o llorar. Nosotros lo tenÃamos claro, no parábamos de llorar de risa. «Sin duda es un concierto muy arriesgado». «Muy moderno para la gente mayor y muy viejuno y verbenero para los jóvenes». Y llegó uno de los grandes clásicos; «los cuatro muleros», con esas guitarras surferas que debieron encantar a los integrantes de The Longboards que se encontraban allÃ. «Caminando entre nubes», «Embustero y bailarÃn» (algún dÃa haremos un grupo musical con ese nombre), «el tiempo vuela», «Lady Pepa» incluso el celebrado «Palomitas de maÃz» que tocaron con ese toquecillo tecno ochentero de cuando el «Synthetiser» se puso de moda. «Estos van a acabar con un pasodoble», «No jodas, serÃa horrible».
Pero después de algún que otro funky sosito y algún coqueteo con el jazz-flamenco, el trompetista quiso enderezar su torcida trompeta a costa de soplar fuerte un…pasodoble. Ahà decidimos que hora y media de montaña rusa era suficiente. Si me preguntan si me gustó o no, no sabrÃa qué decir. Eso sÃ, menos mal que éstos no vinieron…
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