Maika Makovski + Boat Beam = noche en vela

Boat Beam

Normalmente cuando voy a un concierto espero varias cosas; si conozco a quién actúa espero que ofrezca lo que me gusta de él, si no conozco espero que su propuesta sea estimulante o, por lo menos interesante. Además espero disfrutar, relajarme o dispararme, dependiendo de la música, y poner en marcha los cinco sentidos para absorber todo mucho mejor (desde la ley antitabaco lo del olfato es diferente). El espectáculo no es exclusiva del escenario, un concierto es todo el recinto o sala, por eso suelo hablar de los dos lados de la barrera. Pero hoy me voy a ceñir a lo que se cocía en el altar del rock, porque muy pocas veces he visto tanto arte (en todos los sentidos) sobre las tablas.

La noche la abrieron las deliciosas Boat Beam que venían a presentar su disco recién sacado del horno «Reincarnation«. Un pop-rock-folk intimista, preciosista y tremendamente evocador, facturado por tres chicas que irradiaban una aureola especial, Josephine, Aurora y Alisha, tres ángeles caídos con la sonrisa dispuesta y un buen hacer, a pesar del mal sonido inicial, que supo trasladarnos a unas regiones artificiales, mucho más cómodas y placenteras. Un placer para los sentidos. Revisaron también canciones de su disco anterior «Puzzle shapes» así como de sus eps. Guitarras, teclados, cello y bateria para saludar al fin de semana. Tres chicas a las que hay que seguir de cerca, les queda mucho que ofrecer, y yo al menos allí estaré para disfrutarlo. Una lástima que muchos de los presentes no sintiesen lo mismo y hablasen y hablasen… (¿para cuando una ley anticharleta en los conciertos?)

Josephine, vocalista de Boat Beam ya se despidió diciendo «y ahora viene la diosa Maika Makovski, somos fans de ella desde hace mucho«. Y no era falsa modestia, ya que las tres se quedaron en las escaleras del Antzokia para disfrutar del concierto de la mallorquina (como dicen en todos los sitios, con sangre andaluza y macedonia) afincada en Barcelona. La gente parecía impaciente por ver a «la diosa«, que apareció sin endiosamientos para probar la guitarra. Sonriente, con los labios rojos, elegante hasta el infinito y más allá y con una botas hasta la rodilla con tacón de aguja. Imponente presencia para una chica-mujer de 28 años que te sonríe cuando desconfías y se endurece cuando bajas la guardia.

Maika

Podría empezar diciendo que Maika Makovski se reveló como una enérgica PJ Harvey con muchas tablas a pesar de su corta edad, del buen hacer de los makovski (JC Luque, David Martinez y Oscar Benas), de la intensidad con que se desarrollaban los temas, de la gente entregada desde la primera canción, de la sensualidad desbordante de ella, una fierecilla doméstica pero nunca domada, dulce y feroz, pero solo voy a decir que desde que salió hasta que se fue no pude quitarle ojo, y es que a parte de compositora, cantante, pintora… también es hipnotista. Como se mueve, como quiebra su voz, como anda entre cables con botas de tacón de aguja, con chaqueta y flequillo inquieto que nos roba en ocasiones su cara. En estado de gracia constante, su concierto fue breve, quizás demasiado, que alargó con tres bises implorados por un público acólito. Incluso se atrevió con una version del «I feel you» de Depeche Mode. El resto temas de sus tres discazos. Un momento especial fue con ese brutal «Lava love«.

Y acabó y me retiré a mi casa-cueva a meditar lo que había visto, no sin antes haberme hecho con el vinilo que presentaba, su tercer y homónimo disco. El problema vino cuando, una vez en casa, me di cuenta que la hipnotista se había ido sin despertarme, lo que produjo, curiosa paradoja, que estuviese en vela toda la noche. Ahora estoy mejor.


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