Empiezo esta serie de retratos donde la música se une a la poesÃa y lo hago de manos de una de las mentes más revolucionarias en esto de juntar palabras, darles melodÃa e interpretarlas. Una voz disidente siempre y en todo lugar, de tono inconfundible e irreductible actitud. Una mirada pesimista, negra, sobre la injusticia social y con luz propia. Porque Georges Brassens, el trovador galo, fue icono a su pesar de una generación a contrageneración.
Todo en él resultaba contradictorio, confuso y por ende fascinante. Cuando toda la derecha le atacaba por sus furibundas crÃticas a lo establecido (poder, iglesia…) y la izquierda trataba de tomarle como bandera, se pasó en su casita, tumbado a la bartola, cuando las revueltas de mayo del 68, sin la menor intención de apoyar causar perdidas, ni buscar arena bajo los adoquines. Cuando le preguntaron alegó estar en casa con cólico nefrÃtico.
Sarcástico, invulnerable e impertérrito, la figura de Brassens puede provocar adhesiones y aberraciones a partes iguales (sin nada que ver la dichosa polÃtica) y sus en apariencia simples canciones se erigen casi 60 años después como alta poesÃa escrita en la calle, a pie de alcantarilla.
La editorial logroñesa Fulgencio Pimentel acaba de publicar un tomo llamado Brassens, la libertad, un comic de Joann Sfar (encargado de llevar a cabo una exposición sobre el cantautor) donde da rienda suelta al caótico mundo de Brassens, con una serie de dibujos delirantes, de hilo conductor, en ocasiones confuso, y que requiere una predisposición por parte del letor. No, no se trata de Zipi y Zape precisamente.
Los miedos, sueños, alegrÃas y tristezas del trovador se desgranan en viñetas que se desdibujan con un fondo difuso y un carácter netamente onÃrico, incluso fantástico. A este comic se le añaden los textos de Juan de Pablos que hace un breve prólogo, Dildo de Congost que hace una bio larga e iconoclasta, un repaso a las letras más importantes de Brassens por parte de Patricia Godes y un breve ensayo sobre la influencia de su música en nuestro paÃs por parte de Vicente Fabuel. Un volumen imprescindible para fans, complejo y fascinante. Como lo era Brassens.
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