Hay personalidades muy importantes en la música que pasan de puntillas, como sin querer acaparar titulares, personalidades que no buscan llenar estadios, que no protagonizan titánicos destrozos en habitaciones de hotel. Personalidades que no caerán en el olvido porque no están en el candelero. A menudo pienso que éstas personas son las más inteligentes, porque siempre serán contemporáneas, no buscan modas ni notoriedad, pero a veces, de pronto te enteras que han producido una docena de discos fundamentales, que diez o doce canciones que te suenan y que has tarareado son suyas a pesar de haber sido grabadas por otros. Y una vez escuchas y escuchas y te das cuenta que ese manjar es minoritario precisamente porque es demasiado bueno para ser consumido masivamente.
A Nick Lowe le conocà de una manera muy tonta que no viene a cuento explicar ahora pero el flechazo, si no instantáneo fue al menos profundo. Elegante, afable, tuve oportunidad de verle junto a Ry Cooder hará unos tres años y esos temas sencillos, breves, agradables me fascinaron. Me recordaba mucho a mi amado Elvis Costello (después me enteré que la producción de los primeros discos de Costello, los mejores, eran obra del bueno de Lowe). De aquellas presentaba su joyita, desapercibida por otro lado, «At my age«, un ejercicio de digna elegancia secundaria. Y pasaron los años y de nuevo me và ante el inglés.
Esta vez en la sala Santana 27, en una noche lluviosa, incómoda, en un local que no me parecÃa el adecuado para dicho evento, para presentar su joyita, desapercibida a pesar de ser uno de los mejores discos del año, para mà al menos, «The old magic«. Y se trajo a una banda de lujo en la que sobresalÃa el pianista y crooner Geraint Watkins, elegante, con voz profunda y melodÃas románticas, como de otra época, en blanco y negro. Un crooner que se encargó de abrir la noche con una suite «nupcial» de algo más de media hora, elegante, tierno y profundo, antes de que saliese el autor de «Cruel to be kind«, el heroe de la noche.
Y salió solo, con su guitarra y su aspecto desgarbado, juvenil, a pesar de su pelo totalmente cano y unas gruesas gafas de pasta que remiten a unos años 50 en los que se basa la sonoridad de su nuevo disco. A solas, empezó con «Heart«, remodelada para la ocasión, en mi opinión superando la original, y dos temas después, salieron el resto de compañeros y fueron desgranando el nuevo disco intercalando joyas con perlas, brillantes con alta bisuteria. Y claro a «Cruel to be kind» se juntaron «Without love«, «I read a lot», «Whats so funny bout peace, love and understanding», «Sensitive man« asà como alguna que otra revisitación a la obra del gran Elvis Costello, «Alison» por ejemplo. Dos horas más la media de Geraint Watkins hicieron de aquella noche lluviosa, incómoda una velada inolvidable, a pesar de no ser Santana 27 el local idóneo para dicho concierto. Un concierto que guardaré en la memoria muchos y muchos años. Y deseando que vuelva.
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