Pablo Guerrero en el teatro Campos Elíseos. Material sensible

Foto: Artaburu
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Anoche asistí al anunciado recital de Pablo Guerrero en el Campos Elíseos. Un recital que me hacía especial ilusión porque era de esas personas que pensé que jamás vería en directo. Un autor (lo de cantautor aquí no encaja del todo bien), un poeta de una sensibilidad fuera de lo común, al que sigo desde hace años y que había desaparecido un poco de la música para dedicarse a varios proyectos, como el de sus (maravillosos) libros de poesía.

Su voz, o lo que queda de ella, no es lo que era. Medio canta y medio recita unas letras de esas que ponen la piel de gallina. No, no es comercial y 40 años después sigue siendo un gran desconocido, quizás porque no es especialmente indignado, ni melódico, sino todo lo contrario, siéndolo por otro lado. Su apuesta es por la poesía entendida como modo de vida. Letras de sueños, de alegrías y tristezas con la dificultad de lo sencillo. Y es que la capacidad de Pablo Guerrero de decir e insinuar mundos con unas breves frases en apariencia simples es digna de mención.

Foto: Artaburu
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Su aspecto es frágil, sonrisa bondadosa y una timidez llamativa en un cantante tan labrado que llegó a cortar una canción a la mitad al emocionarse, algo que jamás he visto sobre un escenario. Chapó. Ojalá hubiese más corazones como el de él. 4 músico le acompañaron, entre ellos Luis Mendo y Nacho Saénz de Tejada, que le llevan acompañando casi toda su carrera.

Empezó como viene siendo habitual con Agua de tus manos, de su disco Plata. El contrabajo y la trompeta acompañaban y tejían paisajes a la voz cansada de Guerrero, que presentaba, lacónico pero amable, los temas que iba cantando. Y su universo maravilloso se desplegó sobre los presentes que, con la piel de gallina, atendíamos estrofa a estrofa.

Foto: Artaburu
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Cantó, recitó y sobretodo emocionó. Repasó todos sus discos, desde A cántaros de 1970 hasta la Luz de la Tierra, ese homenaje a los poetas extremeños actuales, de 2007. Presentó los tres temas nuevos que se incluyen en la antología Lobos sin dueño. Una firma propia, intransferible y lamentablemente oculta. Si es cierto que la Historia pone las cosas en su sitio, algún día Pablo Guerrero presidirá el olimpo de los poetas en nuestro idioma.


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