He de reconocer que la primera vez que escuché el nuevo trabajo del inglés afincado en EE.UU, pensé que ya habÃa dicho todo y que solo le quedaba repetirse. Un viajecito a Laredo en coche, hablando, no es la mejor manera de captar el universo diverso de este personaje, dicho con todo el cariño y admiración posible. Y es que Swanlights, no es solo la continuación lógica del estupendo Crying light, es una vuelta de tuerca más a un imaginario donde la tristeza, belleza y horror se dan la mano, por eso la voz estratosférica de Antony y sus maravillosos arreglos, a veces siniestros, se mezclan con el horror y la fealdad de unas fotos, de las que a menudo es autor.
El disco empieza a la vez que su voz, diciéndonos que todo es nuevo, con ese tono sombrÃo y ese sobrio piano que suena como gotas de lluvia que caen lentamente, una insistente frase que se repite hasta la saciedad, para pasar a la que es para mà la canción más emocionante y triste del disco, the great white ocean y, como cantaba Jeanette, solo quedan las ganas de llorar. Con la piel de gallina, ya no nos abandonará hasta el final del disco, pasamos Ghost, con unos arreglos que recuerdan a Philip Glass, con un Antony casi de Broadway. Con Violetta se hace patente las cuerdas de los Johnsons durante los 35 segundos que dura. Swanlights es la pieza más experimental, con una musica y voz invertida, con el toque demonÃaco de un piano a contrapelo, curiosa, pero un pelÃn densa. Con the spirit was gone, seguimos con los traumas de Hegarty, quizás el más sincero de los cantantes, otro tema brutal. Y llegamos al tema central y protagonista de su ep previo, Thank you for your love, el más accesible y, no digamos movido, pero sà en el que conviven mejor todos los instrumentos. Tras la catarsis viene Fletta, cantada a duo con su amiguÃsima y rarÃsima, como Antony, Björk. Una canción perfecta para ambos, y para un film de David Lynch. Salt silver oxygen saca de la chistera su sonido más orquestal y vuelve el Antony más lÃrico. El disco, breve, finaliza con Christina´s farm, otro trozo intimista, minimalista, como para escuchar en un escondite secreto. No, no es un disco fácil, pero ¿quién quiere un disco fácil de Antony and the johnsons?
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