Txozna. Especie de caseta destinada al jolgorio, a la venta de bebidas alcohólicas y bocadillos que suelen poblar los recintos festivos de la gran mayorÃa de las localidades del PaÃs Vasco. Normalmente suelen estar montadas por comparsas, peñas, asociaciones, clubes y demás entidades de los diferentes pueblos.
Las txoznas huelen a alcohol, a orina, a porro y a desinfectante; en las txoznas se te pegan las manos a la frenética barra en la que el trasiego de bebida arroja lÃquido elemento a la misma o se te pegan los pies al piso haciendo que tu calzado adquiera el superpoder de mantenerse pegado al mismo, cual hombre mosca escalador de edificios. Las txoznas se decoran, la mayor parte de las veces, con motivos que definen a las organizaciones que las montan y también ha solido estar asociada a un carácter eminentemente reivindicativo, como sede temporal, a pie de calle, de ideologÃas que siempre, todo hay que decirlo, se han basado, precisamente en la ocupación del espacio público como lugar destinado a la acción social. Las txoznas saben, evidentemente, a cerveza y kalimotxo, servidos en katxis y vendidos por arrobas.
Las txoznas son fiesta y, como tal, la música ha de estar garantizada. Y, en este sentido, las txoznas suenan (o sonaban), durante mucho tiempo, a la reposición continua de grandes éxitos de ese denominado, durante muchos años, Rock Radical Vasco, con clásicos de la escena como MCD, La Polla, Kortatu, Platero, etc… O sucedáneos del estilo de Mano Negra. Sonidos que, poco a poco, se fueron “abriendo†al pachangueo habitual de muchos bares al uso.
Hace muchos años mis amigos y yo también tuvimos una txozna y, aunque coincidÃa casi en la totalidad de las caracterÃsticas descritas, puedo decir, sin querer pecar de presuntuoso, que, al menos, en lo que al oÃdo hace referencia, algo cambiamos.
La txozna del BST. Asà se llamaba. La txozna del Barakaldo Skate Taldea, decorada con viejos Sancheskis colgados cual jamones y comprados prácticamente al peso en un Cash & Converters. Txozna en la que también se servÃa kalimotxo y cerveza, en la que tampoco olÃa especialmente bien y en la que, a determinadas horas, los pies se quedaban pegados al suelo como en las demás. Pero era una txozna, a finales de los años 90, en los que la mayor parte de los que la componÃamos, casualmente, pasábamos de la música que habitualmente se escuchaba en el resto o, mejor dicho, coincidÃamos en una serie de estilos que distaban de la banda sonora habitual ya anteriormente explicada.
Hardcore, claro (es una txozna de skate). De sus altavoces salÃan los rabiosos acordes de bandas como Ranzid, Offspring, Fugazi o incluso de grupos más desconocidos que comenzaban a eclosionar en Barcelona, en el sello B-CORE: From Head to Toe, Aina… Indie. Desde Los Fresones Rebeldes pasando por Los Planetas o Australian Blonde, de las Udershakers a Sexy Sadie…. se abusó de la explosión de la música independiente de aquellos años para garantizarnos, noche tras noche, la presencia de los pocos que, por aquella época, disfrutaban de estos estilos en Barakaldo. Las matinales punk… Quizá la concesión más cercana a los sonidos que comentábamos unos párrafos más arriba… Dar la bienvenida al amanecer con Eskorbuto, Rip o Cikatriz fue otro de los santo y seña que nos definieron durante aquellas fiestas. Y clásicos. Algún veterano y talludito integrante del BST también quiso llevar sus discos de los Rolling, los Beatles o la Velvet por si, de alguna manera, lográbamos captar entre nuestro efÃmero público a alguien que gustase de estos sonidos.
Y he aquà que, una noche, quiero pensar que de un dÃa entre semana, el propietario del disco ‘The Velvet Undergound & Nico’ de The Velvet Undergound decide pincharlo, cuando, eso sÃ, la afluencia de gente al BST era menor. El álbum sonó entero mientras el grupo que formábamos el stage de la txozna degustábamos un delicioso (pongan todas las comillas del mundo) bocata de lomo o bacon, acompañado de un katxi de cerveza. Sentados en el bordillo de la acera que circundaba la parcela que se nos habÃa asignado, dejando a la persona o personas que en ese momento tenÃan turno de barra. En estas identificamos a dos habituales de las anteriormente mencionadas matinales punks: dos yonkis, chico y chica, con unas cuantas copas de más o tiritos de más o chutes de más. Dos chicos que la noche/mañana anterior habÃan cantado, botado, bailado, gritado al son de los Distorisón o los Putakaska, fidelizándoles, de esta forma, para el resto de las fiestas. Pero he aquÃ, que una canción, un sólo tema, los ahuyentarÃa para siempre…
Llegaron cuando el lector digital de nuestro equipo de música iniciaba el barrido a la última pista del CD ‘The Velvet Underground & Nico’, esto es, cuando arrancaba ‘European Son’; probablemente, no lo recuerdo bien, ya habÃan pedido y habÃan comenzado a departir con los que estaban en la txozna, rememorando la matinal… Cuando el comienzo del mencionado tema deja entrever la voz de Lou Reed y parece que estamos ante una canción convencional… Pero en la medida en que avanzaba el largo minutaje de ‘European Son’, la cosa se iba complicando y las caras de los casuales protagonistas, sobre todo de ella, iba virando…
Muchos podrÃan pensar que este tema de la Velvet es el clásico que fue concebido para ser degustado en pleno colocón pero empÃricamente demostramos esa noche que no; ella fue la primera en inquirir que algo pasaba, que algo sucedÃa y, en un primer momento, lo asoció a problemas técnicos.
– “Chicos†– exclamó – “creo que se os ha estropeado el aparato de músicaâ€.
La respuesta fue negativa. No: la canción es asÃ.
Ante dicha contestación comenzaron a sonar improperios, emergieron peticiones para quitar esa basura y para que sonase Eskorbuto. Pero parece que era una noche de experimentación y se optó por no transigir ante las peticiones del cliente (que no siempre tiene la razón) y por acabar en su totalidad el referencial disco.
Y sÃ, acabaron por huir. Perdimos dos clientes. Hicimos sonar un tema que dudo mucho, permÃtanme, haya sonado alguna vez en ninguna otra txozna. Descubrimos que las percepciones de los oyentes pueden llevar a interpretar que una canción, aún compuesta por un genio del rock e incluÃda en uno de los discos más venerados del género, no es tal, si no un fallo técnico, un “creo que se os ha estropeado el aparato de la música, chicosâ€. Una percepción que genera una anécdota, un comentario, un escrito basado en una noche de verano de 1998 o 1999, no recuerdo bien, junto a una txozna de skate, en las fiestas del pueblo.
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