Lo volvió a hacer. Meses después de brillar como el astro que es en la sala bbk, el octogenario de Carolina del norte demostró lo joven que se mantiene en un concierto de algo más de hora y media en un Kafe Antzokia reposado (el concierto fue sentados). Prácticamente el mismo repertorio que en su anterior visita dejó claro su visión de la música cuando se acercó al micrófono y dijo no fusion no confusion.
El cuarteto sonaba bien empastado, con la complicidad que da un equipo sin estrellones y con amor al trabajo bien hecho, con especial reseña a la enorme Akiko Tsuruga al Hammond, que logró ambientar a base de brochazos de humo la nicotina necesaria en un óleo costumbrista del mejor jazz. Ya no se puede fumar dentro de un garito, pero el jazz bien tocado trae su nube de casa.
Los solos de Fukushi Tainaka a la baterÃa sonaron potentes, rÃtmicos, y sacó su catálogo infinito de sonidos cuando quedó solo en escena, previo mutis elegante del resto de sus compañeros de viaje, por su parte el virtuosismo a la guitarra de Randy Johnston equilibró el conjunto con una guitarra cool y algún que otro toque moderno.
En cuanto a los pulmones y gusto de Lou Donaldson solo puede uno rendir pleitesÃa y levantar altares, y es que el jazz que factura no puede no gustar a nadie. No hubo largas ejecuciones, ni virtuosismos onanistas, solo buena música y una postura simpática, divertida y humilde, como solo los grandes pueden serlo. DeberÃa volver en unos meses y fijarlo como una costumbre.
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