
Acaba de celebrarse el décimo aniversario del festival más tatuado de nuestros lares. Una edición en la que yo tenÃa grandes esperanzas, debida a la noticia de que durante ella el cineasta Juanma Bajo Ulloa Ãba a realizar un documental de dicho festival y la entusiasmante consulta popular, vÃa web, dónde se preguntaba al vulgo a ver qué grupos querÃan ver en ése aniversario. Pero, claro, la crisis nos golpea y los poderosos, como siempre, hacen caso omiso de la consulta popular y finalmente los resultados están muy alejados de esa democracia participativa y es la economÃa el único dictador del cartel. Finalmente el programa quedó a todas luces cojo (no tanto como el Bbklive sin su catadora de vinos y otras cosas), y de la lista emocionante que proponÃan meses atrás solo quedó el recuerdo. Finalmente los cabezas de cartel acabaron siendo Ozzy Osbourne, Queens of Stone Age, Brian Setzer y Gregg Allman, vamos, jovencitos todos.
Y la gente, el pueblo, indignado ante la crisis creciente, salió a la calle, a Mendizabala y acampó en los alrededores, con la intención, siempre pacÃfica, de disfrutar de los tres dÃas más rockeros del año, consiguiendo, a pesar de las estrecheces tÃpicas del momento, el record de asistencia del festival. Quizás no era el programa perfecto, pero todos juntos podÃan conseguir esa máxima de: otro cartel es posible. Y quizás se consiga para el próximo año.
Yo, por mi parte y sintiéndolo mucho, solo pude asistir el jueves, supuestamente el dÃa más gordo, en el que pude ver a mis idolatrados Eels, facturando ya no solo rock, sino música, ya que pasaron del indie noventero de Novocaine for the soul, al trallazo de Souljacker part 1, sin olvidar la elegancia del soul, el pop, con unos metales que consiguieron anochecer un poco el ambiente, ya que eran las 6 y pegaba un calor que no le deseo ni a mi peor enemigo. Sobresaliente, Mark Oliver Everett, el autor de la mejor autobiografÃa que he leÃdo en mi vida, fue el anfitrión perfecto en un concierto cortito, pero que fue, para mà lo mejor del dÃa.

Yo tenÃa mis reticencias con Black Country Communion. Lo que habÃa escuchado me habÃa parecido interesante, pero me temÃa que el directo serÃa otra masturbación colectiva de virtuosos de la guitarra (¿hay algo que dé más bajón?) pero resultó ser muy divertido. La voz chillona de Glen Hughes (el que fuera bajista de los Deep Purple) la guitarra de Joe Bonamassa y el resto del combo, todos descendientes de dinosaurios del rock, calcaron un rock duro, en mi pueblo se llama heavy ochentero, que hizo las delicias de los melenudos que empezaban a agolparse (por cierto una nota en torno a éstos melenudos: el mejor público que he visto nunca en un concierto es el del Azkena Rock Festival, quizás el más auténtico y simpático).
En tercer lugar los mÃticos The Cult. MÃticos para los miles de personas que allà estaban, menos para mÃ, que solo conocÃa el nombre y alguna portada de vista. Admito el error. Un Asthbury que parecÃa haberse comido asÃmismo, con pinta desaliñada y visiblemente cansado, una banda tocando correctamente, y mucha tonterÃa entre canción y canción. ¿Y éstos eran la hostia? Pues sÃ, he podido comprobarlo (bendito youtube),pero lo que hicieron en Vitoria fue normalito.
El escenario se empezó a llenar de plotters, o telares, no sé, gigantes con los rostros más mÃticos de la Hammer (Frankenstein, el fantasma de la opera, el hombre lobo, King kong…) y tres tarimas con esqueletos esperaron el espectáculo de Rob Zombie. No conocÃa nada de él pero habÃa estado viendo algún video (maldito youtube) y tenÃa muchas ganas. Joder cómo molan los conciertos de éste tÃo ¿no? Pero en Vitoria no hubo fuego ni pantallas ni nada de eso. De hecho me resultó tan soso que aprovechamos para ir a cenar. Ese rock con toquecitos industriales muy Marilyn Manson no me acaba de convencer.
Y llegó el momento de Ozzy Osbourne: éste sà que la tiene que liar. Pues… sà y no. Me explico. Ni el año pasado con Kiss hubo tantÃsima gente. Todo el mundo estaba entusiasmado, coreando cada canción (de nuevo el repertorio era desconocido para mÃ, glup) pero la puesta en escena era, digamos, minimalista. Instrumentos y músicos, tal cual. Y es que estamos mal acostumbrados con ésto del rock, esperamos que nos apabullen con pantallas, luces y demás y no verlo me causó una extrañeza que pronto se convirtió en hastÃo y… tampoco vimos acabar el concierto. Y nos volvimos a nuestra casita. Y como siempre pasa, luego oyes que Kyuss lives, los que tocaron después, fueron lo mejor del dÃa, en fÃn. Otro año será. A pesar de todo, felicidades al azkena rock por sus 10 años y por su éxito de público.
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