Henrik Ibsen escribió Hedda Gabler en 1891 y, obviamente, fue una bomba, como el grueso de su obra. Mucha de aquella sociedad no entendÃa al personaje protagonista, cuyo nombre da nombre a la obra teatral. Y es que Hedda Tesman, Gabler de soltera, hija de un capitán, se nos presenta como una aristocrática niña mimada de 29 años, saltándose todos los convencionalismos sociales de la época (hoy en dÃa sigue chocando un tanto su manera de actuar). Pero es mucho más que eso, ya que se trata de uno de los personajes femeninos más ricos y complejos que yo haya visto en un escenario, no es de extrañar que Ibsen fuese uno de los autores de cabecera del cineasta Ingmar Bergman, ya que en ambos casos los personajes femeninos están bien apuntalados en las historias, y por ende no es de extrañar que el cineasta actual que construye los mejores personajes femeninos, esto es Woody Allen, tenga como autor de cabecera al cineasta sueco. Pero no nos vayamos tan lejos.
La compañÃa Teatre Lliure ha realizado una versión que, sin ser libre, se toma ciertas licencias. Por un lado, quizás el menos importante, es el llevar a la actualidad la historia, algo que no afecta en sà a la narración, todo sigue transcurriendo en el chalet noruego de dos plantas de los Tesman, que recién acaban de llegar de una larga luna de miel (5 meses!!) se encuentran con la, a su vez vuelta a la ciudad de Lovborg, un antiguo conocido de la pareja. No voy a detallar más de la historia porque, creo, parte de la gracia está en ir descubriendo las distintas relaciones entre el juez Brack, los Tesman, Thea… A su vez, la compañÃa prescinde del personaje irrelevante de Berta, la criada que en sà no aporta gran cosa al conjunto, se cambia alguna lÃnea de diálogo para potenciar un impacto quizás perdido con los años y se soluciona la parte escénica con una cristalera (que aparece en la obra original) que ocupa más de la mitad del escenario, a través del que se ve una vista verde con lo que puede ser la sugerencia de lo que es dicho chalet. En la otra parte del escenario casi un atrezzo minimalista, una mesa, un sofá (se prescinde del piano que aparece en el libro) y lo que más puede llamar la atención; una pantalla sobre la cristalera donde se nos muestran imágenes, como de videos caseros de la pareja (se entiende que se trata de la tan dilatada luna de miel).
La obra, como no se podÃa esperar menos del Teatre Lliure, resulta impactante, innovadora (se nos presentan los créditos como si de un film se tratase) y, en ocasiones provocadora (la tÃa Tesman pasa de llorar la muerte de su hermana en el libro, al de su pareja homosexual en la obra), los manuscritos pasan a ser Mac que se queman en microondas y la música gana protagonismo (quizás excesivo) en ocasiones. Las actuaciones son correctas en su mayorÃa, sobresaliendo una Laia Marull desquiciada y desquiciante, desbondante y, en ocasiones, irritante.
En definitiva una obra densa, plagada de vericuetos y de rincones oscuros, en ocasiones inverosÃmil, antinatural (muy Ibsen, muy Bergman), contracorriente, trágica y realmente revolucionaria. Una obra difÃcil, pero reconfortante, no apta para todos los públicos y desde luego no apta para todos los estómagos. Eso sÃ, recomendable.
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