Siempre que se va al teatro a ver una obra clásica se corre el riesgo de que la adaptación no sea la correcta, pero si la obra no tiene su origen en el teatro es aún mayor el riesgo. Con esa premisa, propia tengo que reconocerlo, me dirigà el pasado sábado al bilbaÃno teatro Campos ElÃseos a ver la versión que la actriz Magüi Mira dirige sobre la novela de Gustave Flaubert. Rostros televisivos y una seductora Ana Torrent (la inolvidable Anita de una de mis pelÃculas favoritas de todos los tiempos, El espÃritu de la colmena) nos miran, retadores, desde el cartel, desnudos, sobre un fondo frÃo.
La novela, que no he leÃdo, se fue publicando en entregas, y retrata la vida de una mujer aburrida en su matrimonio, en un tono, quizás, más contenido que la Hedda Gabler de Ibsen, pero igualmente desesperada. Una mujer adelantada a su tiempo, un tiempo machista y puritano que condenaba a la mujer a su entierro, y encierro, en casa tras pasar por la vicarÃa, vaciándola existencialmente.
La puesta en escena es correcta, sobria, reduciendo mucho la historia a unos pocos episodios, resumidos y resueltos con el uso de la palabra interior, y con una banda sonora, como de pelÃcula, realmente molesta y fuera de lugar, que empaña la función. Por otro lado hay un aspecto económico que pasa de la sobriedad a lo puramente pobretón, incluyendo un juego de luces, en ocasiones, simplón, restando dramatismo.
Las prisas son malas consejeras y la historia contada en apenas hora y media queda coja, y no siempre queda clara la postura de Emma Bovary, y no siempre empatizamos con ella. Por otro lado las actuaciones de los cuatro son estupendas, sobresaliendo una Ana Torrent que llega a brillar. Una obra humilde que, sin llegar a ser una maravilla, al menos no aburre.
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