Dentro del mundo del cine, asà como en fotografÃa o literatura por poner varios ejemplos, el número de genios o de nombres que sobresale es notorio, pero ya en la música es exagerado. Cada dÃa surgen clásicos de esos de toda la vida de los que no te puedes perder en directo. Reconozco que, a pesar de mis gustos musicales, que más tienen de esquizofrénicos que de eclécticos, conocÃa a John Hiatt solo de oÃdas. Y todo el mundo parecÃa ponerse de acuerdo en que era genial.
Alguna escucha en Spotify me animó a acercarme a la sala BBK, aquello sà que parecÃa buena música, artesanal y todas esas cosas. Luego buscas información en internet y resulta que el señor en cuestión es, efectivamente, un songwriter de renombre, relacionado con gente como Bob Dylan, Ry Cooder, Eric Clapton, Linda Ronstadt o BB King entre otros. Por lo que admito, esta vez, que la carencia es mÃa.
La sala estaba repleta de gente con muchas ganas de aplaudir y de dejarse fascinar (no nos viene mal en estos dÃas dejarse fascinar) y apareció la banda, ajustada pero eficaz. Hiatt un tanto encorvado para su edad (solo 60 años), con sombrero a lo Waits, chaqueta, vaqueros y una sonrisa imborrable en su rostro. Presentaba su último disco, de 2011,  Dirty jeans and mudslide hyhms de la que cayeron varias (me quedo con la estupenda Adios to California) y fue mezclando nuevos himnos con otros, más clásicos y laureados, como la epatante Crossing Muddy Waters,o  Have a little faith on me entre otros.
El sonido fue perfecto, los temas se sucedÃan, asà como los constantes cambios de guitarra de Hiatt y, obviando algún chistecillo de esos malos que hacen a veces los cantantes, el concierto estuvo entre lo estimable y lo notable, con momentos realmente brillantes. Sus músicos no eran mera comparsa, ya que se complementaban como no suele verse muchas veces sobre un escenario, y ese buen rollo se contagió en la sala.
No obstante hay algo que pensé y que me pareció injusto; el nombre de John Hiatt es respetado y la gente se entregó (la ovación final fue impresionante de verdad) en cambio no pocas veces me recordó a Elliot Murphy, el gran olvidado. Y me recordó por que tengo la misma sensación cuando escucho a uno y cuando escucho a otro y es que sus canciones son intercambiables, realmente da igual cual toquen en un concierto porque todas tienen un ambiente parecido, un ambiente que juega a cierto malditismo, cierta incomodidad de viento y polvo en carretera secundaria, pero que queda en mera sensación ya que de pronto nos encontramos no con un viejo bar de carretera, sino con un Starbucks con coffe latte en muffin, aire acondicionado, sofá y tarta de arándanos. Toda la aspereza queda mitigada enseguida, y acabas con sabor dulce en el paladar.
Realmente no esperaba fiereza en el concierto de Hiatt, pero he de reconocer que en ocasiones me parecÃa estar viendo un concierto de Bryan Adams, quizás demasiado pop, y digo ésto sin menospreciar ni a Bryan Adams ni al pop, que conste. Acabó el concierto, casi dos horas, con su mÃtico Riding with the king, que regrabaran hace años Eric Clapton y BB King en su disco conjunto, y terminó la velada y nos fuimos a casa un poquito más felices, y sonrientes.
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