El pasado sábado Loquillo presentó su nuevo trabajo «Su nombre era el de todas las mujeres» en un abarrotado teatro Arriaga ansioso de ver ésta nueva gira tan anunciada (en parte gracias a cierto anuncio, muy criticado, del Banco Sabadell). La gira que lleva por nombre «A solas» es un recorrido por los discos que Loquillo dedicó a los poetas (el imprescindible «La vida por delante«, «Con elegancia» y éste último con textos de Luis Alberto de Cuenca), pero el concierto no se basó únicamente en esos tres discos, ya que también recurrió a los temas menos rockeros de su trayectoria.
Si las cuentas no me fallan, el de el pasado sábado fue el concierto número 11 que he visto del loco. SÃ, me considero un fan, me he leÃdo los dos libros que ha escrito, he visto mil veces el documental «Leyenda urbana» y nunca me ha dado pereza coger un coche y dirigirme a Santander, Vitoria y demás para verle. Y en casa suenan a menudo sus discos. Quizás por eso me veo en la obligación de ser objetivo. Loquillo es muy grande, en todos los sentidos, es ególatra, vanidoso, contradictorio (a pesar de que hable mucho de que sigue esa «lÃnea clara»), chulo, tiene pinta de ser buen amigo, incluso buena gente, y está empeñado en convertirse en mito (seguro que muchos le tienen como tal).
Cuando sacó el excelente «Balmoral» yo no me cansaba de repetir que era el mejor disco nacional del año (junto al debut de Vetusta Morla). Ese disco es parte de mi desde entonces. No lo es tanto éste último, que no obstante figura, para mÃ, entre lo mejor nacional del año pasado. La magia no es la misma. Aún asà las ganas de ver ésta nueva gira eran inmensas.
Y llegó el sábado y salió la banda (7 con el loco). Y no sé si fui yo, que no era el dÃa oportuno o qué pasó, pero no conseguà entrar en ningún momento, a pesar de que el tracklist era interesante, por lo diferente. Del último solo cayeron cuatro (Nuestra vecina, Noche blanca, Cuando vivÃas en la Castellana y el hit, ya un poco cansino Political incorrectness), de «La vida por delante» dos (Los gatos lo sabrán y La vida que yo veo) y de «Con elegancia» tres (Cuando pienso en los viejos amigos, Transgresiones y la que da nombre al disco). A éstas se añadieron la archiconocida «El hombre de negro«, «Antes de la lluvia«, «Billy La roca«, «Caray«, «La belle dame sans merci» y muchas otras de sus discos, las más tranquilas porque, no, obviamente aquella no iba a ser una noche de rock. Creo que nadie lo pedÃa.
El caso es que algo fallaba, no conseguà conmoverme, alegrarme, vibrar con ninguno de aquellos temazos, la banda (guitarras, teclado, bateria, bajo, violÃn) me sonaba muy plana, a pesar de los esfuerzos para pasar del country al swing, y Loquillo que, aunque como ya digo me considero fan, creo que no es tan buen cantante como se cree, no me consiguió transmitir nada nuevo, a pesar de los aspavientos «teatrales», claro, que hacÃa en todo momento. En cambio el resto del respetable entregadÃsimo, vibrando y emocionado.
De pronto esa pose de malote de 51 años que ahora es macarra, ahora es tierno y evocador, de pronto es reivindicativo y feminista y al cabo se vuelve provocador y un tanto conservador (un tipo de entreguerras, como se autodenominó él mismo) se me volvió trasnochada, caricaturizada, a puntito de ridÃcula, y el politicamente incorrecto acabó facturando un concierto demasiado correcto. Aunque eso lo tengo muy claro, cuando vuelva, yo volveré, y será la número 12. Larga vida al loco.
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