Al Di Meola en la sala bbk

Al Di Meola

Nunca he estado en un concierto de Joe Satriani, ni de Steve Vai ni de Yngwie Malmsteen, tres rock heroes que son de sobra conocidos por el manejo de las seis cuerdas. Sí que he escuchado alguno de sus temas y tengo que decir que reconozco que son buenos pero me empalagan más que una tarta de merengue rellena de nata. Es como escuchar esas cassettes para aprender a tocar la guitarra, pero durando y durando mucho más. En cambio sí que he estado viendo en directo a Joe Bonamassa, a Paco de Lucia, a Pat Martino, a Ry Cooder, a Slash, que son ejemplos de virtuosismo y de sentimiento (no digo que Satriani, Vai o Mamlsteenn no lo tengan), por lo menos me transmiten todo.

El pasado sábado me acerqué a la sala bbk con muchas ganas, ya que tocaba Al Di Meola, ese guitarrista reputadísimo que había firmado dos joyas junto a Paco de Lucia y John Mclaughlin, un guitarrista con una carrera de cerca de 40 años a sus espaldas, viajero y curioso, ecléctico y sensible, un nombre en la música jazz fusión. Aunque como dijo en su pasado concierto Lou Donaldson «this is only jazz, no fussion no confussion»

Tres telas triangulares como único atrezzo, tres sillas y tres músicos, musicazos, en escena; dos guitarristas y un acordeón. Un sonriente Al Di Meola, con camisa blanca, barbita de tres días, un poco de melenita, con más aspecto de galán de hollywood que de guitarrista de jazz empezó a hacer lo que mejor sabe. Y no sonaba nada mal el trio. Pero de pronto pasó algo con lo que no contaba; me empecé a aburrir ¡con el segundo tema! Claro que ayuda que el primero haya durado unos diez minutos y el segundo vaya camino. Todo sonaba perfecto, las composiciones muy complejas, con miles de quiebros y derivas melódicas, música para respirar, para tomar un cocktail en un chiringuito de playa, mirando el horizonte, jazz con toques arábigos, con sabor a especias, con toques aflamencados, con olor a mediterraneo, un jazz new age con acento europeo, con pinceladas francesas…. pero terriblemente aburrido.

No sé si fui yo, que no tenía el día, pero reconocía que la música era buenísima, quizás en otro momento, acompañado en lugar de solo, no sé, el caso es que empecé a retorcerme en la butaca y miraba en reloj una y otra vez. La gente aplaudía, pero tampoco parecía fascinada. Dando vueltas a la música de Al Di Meola, creo que su problema es que lo da todo, todo, en cada canción, por eso a los 20 minutos de concierto ya no tenía nada nuevo que ofrecer y la hora y pico que quedaba resultó, para mí al menos, demasiado lineal, tal vez mejorado en los tres temas que tocó él solo. De todas formas he de decir que no me suele gustar cuando un tío toca un instrumento y utiliza mil efectitos para que parezca que toca una española, una acústica, una eléctrica, efecto Fender por aquí, efecto Gibson por allá, y Al Di Meola no paraba de utilizarlos. Hasta el punto que dos guitarras y un acordeón me acabaron pareciendo una composición de Mike Oldfield (al cual adoro aunque también use efectitos por doquier).

Otra cosa que me cansó bastante es que el extremo perfeccionismo de Al Di Meola le hizo que tuviese que afinar la guitarra ¡en cada puñetero tema! haciendo unas intros larguísimas en lo que parecía más un ensayo que un concierto. Tranquilo, sin apurarse, fue capaz de empezar un tema y pararlo para acabar de afinar bien. Algo que resulta una tortura para el espectador al que le suena todo igual. En definitiva, tres musicazos, que estuvieron simpáticos, dándolo todo, que posiblemente sean de lo mejorcito en lo suyo, pero que a mí al menos no me transmitieron casi nada. Al menos en aquella ocasión. Aún así seguiré dando más oportunidades al de Jersey porque ahí parece que hay mucho dónde rascar.

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *