«Ah, ¿vas a Madrid este finde? Para ver al Athletic ¿no?» «No, voy a un concierto» La mirada fue más bien de «no me tomes el pelo, vas a estar allà y no vas al fútbol..» Pero la noche siguió y ambos evitamos dicha conversación, no llevaba a nada. Creo que ni me preguntó el nombre del grupo. Mejor, aquello hubiese empeorado las cosas. Y es que Arcade Fire tampoco es tan conocido, seguro que en Facebook tiene más amigos el club de fútbol. Y llegó el dÃa, y pertrechado con mis pertenencias básicas (aquello serÃa un viaje relámpago a la capital) cogimos mis amigos y yo un avión delayed que nos puso un poco nerviosos. El plan era sencillo; avión-metro-palacio de los deportes, allà el primer enlace habÃa prometido avituallarnos con el mejor brownie posible (y lo fue, insuperable), desvirtualizándonos con varios amigos de esos que cuelgan por la red y se multiplican como un virus. Gente majÃsima a los que (lo siento) acabamos haciendo poco caso y es que resulta que los Arcade Fire tambien deben tener muchos amigos en facebook porque no entraba ni un alfiler de costado. «Joder, ¿estos no eran independientes?»
Las colas se extendÃan frente a las puertas del susodicho palacio como si se tratase de espartanos (no los de Lorenzo, sino de los otros, los de la peli) que ansÃan la arcadia feliz tantas veces prometida en la literatura. Y es que habÃa algo de épico ya en las colas, una masificación tal que para unos chicos de provincias como nosotros, que nos creÃamos cool por tener nuestros iGadgets en el bolsillo de unos vaqueros de Primark, resultó abrumador, haciéndonos partÃcipes del bautismo de sangre y fuego que estábamos a punto de recibir. Y los espartanos no dejaban de llegar. El frÃo que nuestros amigos virtuales nos habÃan prometido se hizo carne y nos hubiese llegado hasta los huesos de no ser porque nuestro temor (de provincias) hizo que nos forrásemos como libros de texto.
Una vez franqueadas las puertas del palacio, convertido para la ocasión en templo griego, seguÃa resultando difÃcil llegar a la ansiada pista, aquello empezaba a alterarnos, pasillo tras pasillo, rodeados como estábamos de tantÃsima gente, mucho más cool y preparada que nosotros, posibles bloggeros metidos a redactores que estudiarÃan cada segundo del evento para, más tarde, demostrar sus genialidades con textos onanistas, como éste claro. Y llegamos a la ansiada pista y allà subieron las palpitaciones, solo con ver el gentÃo. «Joder, ¿éstos no eran independientes?» Dicen los medios profesionales, esos que cobran por hacer ésto mismo, pero con la cualidad de saber cuanta gente habÃa en el recinto, hablan de más de 15000 personas. Pues multiplica por 40 euros la entrada. Y es que se nota la crisis, por eso la gente necesita comprarse iCosas y acudir a eventos multitudinarios, para olvidarse de la realidad.
Al parecer habernos perdido a los teloneros (Fucked up) fue la mejor idea del fin de semana, y la verdad esque nos pusimos lo suficientemente cerca de escenario como para estar bastante flipaditos. Y aquello empezó. 8 tÃos tocando dos baterias, teclados, violines, guitarras, con pantallón de leds detrás proyectando escenitas curiosas. Algo que actualmente ofrecen muchos grupos. Sin embargo los canadienses están dotados de algo (¿suerte?) que hizo que todo el mundo explotase en un orgasmo masivo desde «Ready to start«, primer toro de la noche. A partir de ahà todo fue coreo, saltos, y una necesidad febril de que no acabase aquello. Más de 15000 personas practicando su deporte favorito en un palacio creado para eso mismo. Una macrofiesta de horita y media clavada que nos supo a poco, pero que la recordaremos, al menos los 6 chicos de provincias que allà estábamos, durante mucho tiempo. Cada uno tiene su favorita y pocos se fueron sin oir la suya. La mÃa sin duda es «Crown of love» que ejecutaron corretamente, sin ser la locura padre, todo hay que decirlo. Y es que la locura padre fue ese «Rebellion» donde saltaban hasta los de seguridad. El concierto fue, lo siento sé que todos han usado la misma palabra, épico, como la batalla de las Termópilas, aunque con mucha más gente. Y los canadienses encantados de la vida y muy agradecidos, que ya tendrán tiempo de que se les suba la tonterÃa.
Y aquello acabó, pero no la noche, que nos esperarÃa larga e interesante teniendo en cuenta que tenÃamos otra conexión virtual que nos llevarÃa por Malasaña a cenar y descubrir bares (qué lugares), hasta que llegasen las 8 y cuarto que era cuando salÃa nuestro avión que nos devolverÃa a nuestra rutina, cansados pero satisfechos.
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