Hay labores editoriales que merecen todas las loas posibles. Todas son pocas. Todos tenemos un libro, un autor, un texto que nos atrapa y que nos acompaña durante toda la vida. Son los textos y autores que nos han abierto camino a otros textos y otros autores que a su vez han abierto nuevos caminos, haciendo que esto de la vida no solo sea soportable, sino deseable y disfrutable.
Conocemos casi todas las palabras que aparecen en un libro, pero es cuando, de pronto, el autor las elige y ordena de tal manera que pensamos que se acaba de descubrir algo, que el escritor no es sino un alquimista y que ha conseguido hacer oro. Eso siento cuando leo a Cortázar, a Dostoievski, a Jardiel, a Delibes y a tantos y a tantos… Y creemos que todo está más o menos controlado, que sabemos de esto de la literatura cuando de pronto te topas con nuevos autores, o autores que no conocÃas y de nuevo el oro se reinventa.
Me ocurrió con Iñaki Uriarte, con Jonathan Franzen, con Grace Morales y con muchos más que me arrancan de la lectura para llevarme a la escritura, para hablar de ellos. Y ahora llega el turno de José Santugini.
Contemporáneo de Jardiel, Mihura, Gómez de la Serna, entre otros, se dedicó a los textos breves y humorÃsticos en revistas como Buen humor o Blanco y Negro, y a los guiones cinematográficos participando en un sinfÃn de pelÃculas de Edgar Neville o Ladislao Vajda. Y aún asà es un perfecto desconocido. Y lo es porque nunca sacó un libro.
Hay labores editoriales que merecen todas las loas posibles y la de la editorial logroñesa Pepitas de calabaza es un buen ejemplo. Aparte del impresionante catálogo que tienen, por la labor de recuperar un 30% de la obra escrita de José Santugini (relatos breves de apenas 4 páginas) y sacarla en un volumen, por enseñar al Mundo que hubo una vez un escritor brillante, de textos ingeniosos, ágiles, profundamente modernos y humorÃsticos, un autor que es conocerle y quererle. De aquà levanto la copa a la salud de una editorial y de un autor, ya fallecido, aunque haya apenas nacido hace unos meses. Por Pepitas de calabaza y por José Santugini.
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